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Morfina y encierro, el drama de enfermos sin dinero en Oruro

Rosario Q. falleció diez minutos después de contar su historia a un equipo de periodistas. Fue el pasado 7 de septiembre en su casa, ubicada en la zona 9 de Junio, en un sector de la periferia de la ciudad de Oruro. Aunque su muerte ya había sido anunciada meses antes, el día de su partida nada pudo calmar el llanto de sus hijas.

Tenía un tumor en la cabeza y recibió su diagnóstico cuando el cáncer ya había avanzado a un punto irreversible. No tenía dinero para buscar ayuda en un centro médico con equipos y especialistas en otras ciudades del país. Se resignó a esperar una muerte llevadera, menos dolorosa.

Al igual que Rosario, un número indefinido de orureños, en especial del área rural, deciden no iniciar un tratamiento contra el cáncer por falta de recursos económicos.

“Los pacientes no pueden acceder a los medicamentos porque tienen costos muy altos. Hay fármacos que cuestan por ampolla y cada una tiene un precio de hasta 2.000 bolivianos”, lamenta Néstor Zenón Céspedes, el único médico oncólogo del hospital de clínicas San Juan de Dios y del sistema público de salud de Oruro.

Según pacientes, familiares y médicos, los enfermos con cáncer terminal o muy avanzado en Oruro prefieren volver a casa o regresar al campo para morir. Y ante esa situación, el uso de la morfina se convierte también en “un privilegio”.

“Cuando no se puede hacer nada, sólo aplicamos tratamientos paliativos. Tampoco tenemos mucho acceso a morfina en el departamento, por ejemplo en nuestra farmacia, no hay morfina. Es un fármaco esencial en el control del dolor para el paciente paliativo, pero no hay. No lo cubre el seguro, ni de vejez, pese a que es una cuestión básica”, explica Céspedes.

La situación de los enfermos con cáncer terminal del hospital público es crítica porque no tienen dinero para comprar morfina.

 

En el caso de los pacientes del seguro social, reciben 10 pastillas para cubrir un tiempo determinado, pero casi siempre se requieren más fármacos.

“A veces los mismos familiares encierran a los pacientes porque gritan mucho a causa de los dolores insoportables”, dice Marcela Rivero, psicóloga de SINTEC. Ella visita a las personas que reciben tratamiento paliativo (fase terminal de cáncer) para brindar apoyo psicológico. Cuenta que la situación de los niños con cáncer del área rural es trágica porque sus padres optan por regresar al campo y esperar el final.

FUENTE : PÁGINA SIETE 

Publicado el 18/10/2018

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