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Cuando una mujer ama a un hombre: Ana y Jhiery Fernández

La Paz, 18 de febrero (www.radiolíder97.bo) .- El médico Jhiery Fernández (39)  tiene casi todo el tiempo la mirada triste, con un reflejo que parece una mezcla de incredulidad y vergüenza, seguro porque hasta ahora no puede creer todo el infierno que tuvo que atravesar los últimos cuatro años.

Pero cuando mira a  Ana, su novia, su semblante cambia: sus ojos se achinan y brillan, y una sonrisa se abre paso en su rostro redondo, dejando ver sus brackets  transparentes.   Ella, que también tiene brackets similares, estuvo con él los cuatro años que pasó en prisión, acusado de un delito que no cometió.

 No lo dejó ni un solo momento en su desgracia y estuvo dispuesta a “hundirse” con él en la injusticia a la que fue condenado.

Al inicio, en esa celda de metros y medio por dos,  de cemento, ófrica,  y asfixiante, con una letrina como único mueble,  sobre la que Jhiery pudo poner un colchón. Llegar a esa mazmorra  era una tortura, porque tenía que a travesar  el sector de los presos más peligrosos de la cárcel de San Pedro para  llegar hasta su novio.

La pequeña y delgada mujer de pelo negro azabache llegaba muerta de miedo al calabozo, pero se reponía en segundos, para consolar a su pareja, mostrarle fortaleza y, sobre todo, darle esperanzas.

Prácticamente había renunciado a todo lo que había planeado para su vida desde niña. Despertaba  cada mañana pensando en lo que ese día debía hacer por el médico: ir a verlo a la cárcel, ir a los tribunales,  buscar al abogado,   mantener a los  padres de él informados, porque ellos estaban ocupados generando los recursos económicos necesarios  para sostener la defensa del médico.

¿Y ella? “Es que el sentimiento que siento por Jhiery ni yo misma sé cuán grande es ni  a dónde puede llegar”, dice la mujer de 36 años. Su relación sentimental con el médico que soñaba ser  pediatra comenzó hace 10 años.

Desde el primer momento, decidió que se mantendría firme e incondicional al lado de su pareja, sin importar las críticas, los reclamos y hasta agresiones que sufrió en su trabajo y otros espacios cuando defendía a Jhiery, que había sido acusado de violar al bebé Alexander, que murió a las horas del supuesto delito. Él era el médico que atendía al niño, que vivía en un hogar de acogida del Estado.

 Marchas, movilizaciones y la ira de la ciudadanía que despertó el crimen contra el bebé intimidaban a Ana, pero ella tenía que mantenerse firme. “Claro que sentía miedo, incluso de defenderlo delante de  la gente, pero lo hice, estallé alguna vez, gritando  la inocencia de Jhiery. Yo lo conozco y sabía que era incapaz de semejante maldad”, dice hoy Ana.

Han pasado cuatro mes desde que su pareja recuperó la libertad. Salió de la cárcel porque la jueza que lo condenó a 20 años de prisión por violación, infanticidio y homicidio culposo, Patricia Pacajes, reveló, en estado de ebriedad, que el médico Jhiery Fernández era inocente.

Hasta ahora ella no quiso mostrarse ante los medios  por temor a perder su trabajo, pero siempre estuvo detrás de Jhiery, conteniendo su angustia. Se presenta para esta entrevista con un nombre ficticio. 

La historia

Su aspecto físico frágil engaña. Su voz calmada también. Ana es una joven determinada y segura. “Siempre sabe lo que quiere, es una mujer muy segura”, dice Jhiery,  mirándola con dulzura, mientras comienza a recordar cómo y cuándo se conocieron.

 Fue en 2009, en una reunión de amigos comunes, en la que  la mayoría eran médicos o estaban involucrados  en el área de la salud. En su tiempo libre  se reunían o jugaban wally.  “Uno de los amigos lo trajo al grupo”, recuerda Ana. Fue una presentación “normal y nada más”, coinciden hoy los dos enamorados. No hubo el flechazo inmediato, sólo se simpatizaron, aseguran.

Jhiery había llegado recién de Oruro, ciudad donde nació. Conocía a poca gente en La Paz  y decidió incorporarse al grupo. “La relación no comenzó de inmediato, fue un proceso. Primero nos conocimos”, dice el médico.

Ella añade  que se encontraban y comenzaban a conversar de diferentes temas  horas de horas. “Jhiery siempre fue un hombre muy inteligente y culto, podíamos conversar sobre cualquier tema y él tenía una postura o un criterio bien fundamentado. Eso me gustaba mucho y nos quedábamos a veces hasta la madrugada charlando en la calle”, cuenta.

“Es muy solidaria y desprendida materialmente, y muy sentimental,  aunque a veces le cuesta mucho reír”, asegura  y lanza una carcajada suave, mirándola. “Sí, me cuesta reír”, confirma Ana. 

“Y también es muy sincera, aunque a veces no tiene  tacto”, continúa el médico y sigue mirándola, ahora con una sonrisa provocadora, como queriendo despertar alguna  reacción en su novia, pero no lo  logra,  ella sigue mostrándose serena.

“No le gustan las injusticias, si  tiene que salir a protestar por una injusticia, reclamar o gritar, lo hace porque ella tiene convicciones”, añade el médico, logrando que su novia se apene por tantas virtudes que él ve en ella. “Tengo mis defectos, soy muy orgullosa y a veces siempre quiero tener la razón ”, afirma la joven.

¿Pero cuándo comenzaron a ser novios? A los seis meses de ser amigos. ¿Cómo sucedió? Mientras Jhiery dice que “es un recuerdo muy ambiguo”;  Ana confiesa: “Yo le robé un beso al despedirnos y me fui corriendo a mi casa”.  

Después del beso  no se hablaron por un par de días, hasta que Jhiery la llamó  y la invitó a salir. Era una noche de sábado. Fueron a una peña, donde él se le declaró. Ella aceptó.

“Al principio de la relación teníamos muchos desacuerdos porque los dos queríamos tener la razón por temas sobre los que sólo hablábamos. Yo no lo entendía, ni él a mí, entonces  nos enojábamos y nos despedíamos, enojados. Hasta que él llamaba, pero un día se cansó y tuve que comenzar a llamar yo”, cuenta Ana.

Pero no todo era desacuerdos en la pareja. Vivieron muchos momentos románticos y llenos de encanto. Las noches de baile en alguna peña, donde  pese a que Ana no sabía bailar muchos ritmos,  Jhiery le hacía disfrutar el momento enseñándole algunos pasos.

 “Tenemos nuestra canción, es un tema antiguo. Amor sincero, de Los Tigres. A mis papás, que tienen más de 40 años (de matrimonio), les encanta y a veces la bailan. Me gusta mucho y se lo regalé a Ana. Cuando lo escuchamos, bailamos, aunque ella no sabe bailar muy bien”, dice el médico entusiasmado.

Hasta el 13 de noviembre de 2014, la relación de Ana y Jhiery Fernández marchaba como la de que cualquier pareja, con  sus días buenos y días malos. Ese día murió el bebé Alexander  supuestamente después de haber sido vejado sexualmente. Jhiery fue detenido,  pero tomaron sus declaraciones y lo liberaron.

 Estuvo libre hasta el 16 de diciembre, cuando fue nuevamente convocado a declarar, pero esta vez fue encarcelado preventivamente, en el lugar más peligroso de la cárcel de San Pedro: La Grulla, a donde llegan los delincuentes más peligrosos.

“El primer día que Jhiery entró a la cárcel fue muy duro. Cuando llegué lo vi detrás de la celda que tenía unas rejas que no permitían que nos abrazáramos. Vino un policía y la abrió y recién pudimos abrazarnos”, cuenta Ana.

Desde ese día su vida cambió radicalmente. Vivía entre su trabajo, la cárcel y los tribunales. “Me enojaba, pero no con Jhiery, sino porque para entrar a la cárcel tenía que hacer fila hasta dos horas para entrar. ‘Debí haber llegado ‘más temprano’, me reclamaba a mí misma”, dice.

Cuando tenía tiempo para pensar en ella, se cuestionaba qué iba a pasar si su novio se quedaba en la cárcel. “Me decía a mí misma: cuando llegue ese momento tomaré la decisión, mientras tanto viviré el día a día, con Jhiery, apoyándolo”, asegura.

“En ningún momento dudé de él porque lo conocía, sus principios, su valores, cómo era con sus padres y sus hermanos. Nunca dudé de él”, afirma,

Felizmente -asegura- tenía el apoyo de sus padres. “Me dijeron que respetaban mi decisión y que creían en Jhiery”, cuenta.

Para el médico la presencia de Ana fue fundamental. “No sé qué hubiera sido de mi vida sin ella. La cárcel termina con relaciones, con matrimonios, pero Ana nunca dejó de venir a verme y lo más importante es que creía en mí, y eso me daba tanta fortaleza”, dice.

Fernández recuerda que hasta en día de elecciones, cuando no había movilidad, él la veía entrar a la cárcel. “Eso me daba mucha fortaleza”, sostiene.

La madrugada del 20 de marzo de 2018 se leyó su condena:  20 años de cárcel. “Al salir de la audiencia Jhiery me abrazó y me dijo: ‘No sé qué voy a hacer, hoy acabaron conmigo’”, rememora Ana.

 “Estaba devastado. Lo vi decidido a tomar una decisión fatal. Me pidió que lo dejara. Le respondí que lo haría cuando estuviera libre, cuando saliera de la cárcel. Se quedó callado y no me habló al respecto”, añade.

 Pero el estado de ánimo del médico decayó profundamente. “Nos quedábamos en silencio, llorando, lado a lado, en su celda”, cuenta. “Lo único que se me ocurría decirle es que tal vez ese no era el momento de que saliera de la cárcel porque tenía a organizaciones y muchas personas en su contra y las dudas estaban sobre él”, comenta.

Con los días, Ana vio cómo el ánimo de su pareja fue cambiando. “Más cuando veía a sus papás. Se sobreponía porque no quería verlos sufrir. Además tenía un gran cargo de consciencia porque sentían que había dañado a su familia”, dice.

En septiembre de 2018 Ana se despertó con una llamada telefónica de una de las tías de Jhiery que le dio la noticia de que la jueza que los había condenado reveló la inocencia del médico.

La primera vez que lo vio en el penal después de esa noticia es inolvidable para ella. “Me abrazó y me hizo dar vueltas; estaba tan feliz”, recuerda Ana.  “Yo también estaba tan feliz porque al fin se había reconocido su inocencia, pasaron cuatro años pero al fin se hacía justicia”, añade la joven.

En diciembre  Jhiery Fernández salió de la cárcel. Volvió a su casa y obtuvo trabajo en un hospital municipal. “Aún no pasó todo, pero se están abriendo las puertas”, expresa su novia. Todavía esperan la audiencia en la que el médico tiene que ser absuelto de las acusaciones que pesan en su contra.

Pero los planes ya  son de matrimonio. La boda será este año. Ella ya lleva el anillo de compromiso.

Dicen  que tendrán entre cuatro y cinco hijos. Ella sueña con que sean varones, él quiere que sean niñas. “Los varones son más fuertes y pueden proteger con mayor fuerza y fortaleza”, dice Ana.

FUENTE : PÁGINA SIETE 

Publicado el 18/02/2019

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